Si llegaste hasta aquí, es porque probablemente te estés preguntando cómo arrancar un proceso de mentoría de forma efectiva. Y no, no estoy aquí para decirte lo típico de “define tus objetivos y traza un plan”. Vamos a ir más allá, porque si algo he aprendido en todos estos años de consultoría y coaching es que los caminos rectos solo existen en los mapas, y un proceso de mentoría real tiene curvas, atajos y hasta baches… y eso es lo divertido.
1. Define el para qué, no solo el qué
La mayoría empieza con el qué: “Quiero mejorar mis ventas”, “Quiero ser mejor líder”, “Quiero encontrar mi propósito”. Eso está bien, pero si no defines el para qué, estás construyendo un barco sin saber a qué puerto quieres llegar. Cuando trabajamos juntos, una de las primeras preguntas que te voy a hacer es: ¿para qué quieres mejorar tus ventas? ¿Para qué quieres ser mejor líder? La respuesta suele abrir un abanico de posibilidades y, sobre todo, da dirección al proceso.
2. Encuentra al mentor adecuado
Un mentor no es cualquier persona que sabe un poquito más que tú sobre un tema. Es alguien que ya recorrió ese camino, que tropezó, se levantó y logró resultados. Y ojo, porque aquí no hablamos solo de éxitos; un buen mentor te cuenta también sus fracasos, porque ahí está el aprendizaje real. Busca a alguien que hable con autenticidad y que te desafíe; alguien que te haga cuestionarte hasta lo que creías incuestionable. Y sí, si no te sientes un poco incómodo en las primeras sesiones, probablemente escogiste mal.
3. Establece reglas claras desde el principio
La claridad evita malentendidos. Define horarios, objetivos, expectativas y, sobre todo, el nivel de compromiso. Un buen proceso de mentoría no funciona si uno de los dos está cojeando. Y aquí no hay excusas; si quieres resultados, tienes que comprometerte a hacer el trabajo, y créeme, no va a ser fácil. Pero te prometo una cosa: valdrá la pena.
4. Compromiso y acción: La magia está en el hacer
No me sirve de nada que salgas de una sesión conmigo pensando “qué buena conversación”, si después no haces nada con lo que aprendiste. La mentoría es acción, pura y dura. Si no estás dispuesto a ensuciarte las manos, ni te molestes en empezar, porque esto no es una charla motivacional. Aquí se viene a trabajar.
5. Mide, ajusta y celebra
Lo que no se mide, no se mejora. Establece indicadores claros y revisa los avances de manera constante. Y ojo, no solo se trata de ajustar lo que no va bien; también se trata de celebrar lo que sí funciona. Porque si no eres capaz de reconocer tus propios logros, el camino se hace más cuesta arriba de lo necesario.
Un proceso de mentoría es un viaje, y como todo buen viaje, las anécdotas más interesantes surgen en los imprevistos, no en lo planeado. Así que, si estás pensando en iniciar uno, te invito a que te prepares para cuestionarte, para crecer y, sobre todo, para sorprenderte con lo que eres capaz de lograr.